Debido a la muerte de D. José Ignacio Tellechea Idígoras, la Facultad de Teología, de la cual era profesor emérito, celebró una Eucaristía en sufragio por su alma. Presidió dicha Eucaristía D. José-Román Flecha Andrés, asistió gran número de profesores que ejercen en la actualidad y también eméritos, también asistieron alumnos de la Facultad y amigos del difunto profesor. A continuación reproducimos la homilía de D. José-Román Flecha:
Nos reúne aquí el recuerdo del profesor José Ignacio Tellechea Idígoras. El Sr. Decano me ha pedido que presidiera esta eucaristía, teniendo en cuenta que conviví con él durante diez cursos en el antiguo Colegio Hispanoamericano Nuestra Señora de Guadalupe, que se alzaba en el cerro de San Vicente. Allí compartimos incluso la misma habitación cuando nos alternábamos en la docencia de un semestre u otro. Pero allí coincidimos durante muchos meses. Allí pude ser testigo de sus tareas de investigación y del carácter que lo convertía en un buen amigo.
1. En estos días se han dicho muchas cosas de él. Se ha subrayado sobre todo su dedicación a la investigación de la historia de la Iglesia. En un hermoso discurso pronunciado en la apertura de un año escolar, él mismo nos habló de su íntima emoción cuando, en un día de vacación de las universidades romanas, se acercó a la biblioteca de la Chiesa Nuova, en el Corso Vittorio Emanuele, pidió los manuscritos del arzobispo Bartolomé de Carranza y quedó asombrado al ver que casi nadie los había manejado. Aquel día descubrió el amplio campo de la investigación que lo habría de hacer famoso. En libros y artículos de revistas ha ido tratando de aclarar la maraña que todavía hoy rodea el proceso al que fue sometido el arzobispo de Toledo.
Hace muy poco José Ignacio hizo que me invitaran a la clausura del Congreso que con motivo del centenario de Bartolomé de Carranza se celebraba en Miranda de Arga. Allí pude comprobar qué inmenso respeto suscitaba José Ignacio en las gentes de aquel hermoso pueblo que vio nacer al Arzobispo que él había dado a conocer a todo el mundo.
Es cierto que el Doctor Tellechea no limitaría a él el campo de sus investigaciones. Su preciosa biografía de su patrón y paisano San Ignacio de Loyola, Sólo y a pie, hubiera bastado para hacerlo famoso.
2. Muchos han recordado y ponderado estos días sus dotes de historiador y de académico famoso.
Nosotros hoy, en el ámbito de la Facultad de Teología, a la que llegó con apenas 35 años, queremos recordar también al hombre, al creyente, al colega.
Como persona, José Ignacio era un hombre sincero, discreto y humilde, al que no le gustaba dar importancia a sus méritos como investigador y como excelente escritor.
Era un creyente profundo y coherente, que desgranaba en una homilía lo mejor de la espiritualidad del Siglo de Oro o acercaba a los sacerdotes de todas las diócesis españolas la grandeza de San Juan de Ávila.
Y era, además, un colega totalmente dedicado a su trabajo y profundamente respetuoso con el trabajo de los demás.
3. Con todo, además de recordar al amigo, nosotros hoy hacemos memoria de Jesucristo, nuestro Señor, muerto y resucitado.
José Ignacio murió el día 8 de marzo, sábado, a la hora en que las primeras vísperas del 5º domingo de cuaresma nos recordaban ya que, al acercarse a la tumba de su amigo Lázaro, Jesús se proclamaba como la resurrección y la vida.
En la celebración litúrgica de hoy, jueves de la tercera semana de Pascua, Jesús nos dice: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día”. Al celebrar la eucaristía nosotros confesamos nuestra fe en el Señor de la vida y afirmamos con el texto evangélico que “el que coma de este pan vivirá para siempre”.
Encomendamos a Dios la trayectoria vital de José Ignacio y nos encomendamos a su intercesión ante el Padre celestial. Que Dios le conceda su paz y su descanso y a nosotros nos ayude a vivir en la fe y la esperanza nuestra tarea humana y profesional y, sobre todo, nuestra vocación cristiana.
José-Román Flecha Andrés
Universidad Pontificia de Salamanca,
11.4.2008
jueves, 24 de abril de 2008
lunes, 10 de marzo de 2008
La conversión de Armenia a Cristo
Os presentamos un nuevo e interesante artículo en las páginas de nuestro blog. Kyuregh Vardanyan, alumno armenio de nuestra Facultad, ha elaborado un estudio sobre la historia de la Iglesia armenia que nos puede introducir, contando con un autor autóctono, en la historia de la expansión eclesial en Oriente Próximo. Es, por tanto, una buena oportunidad para aprender de la riqueza eclesial y cultural de nuestra Facultad.
PRÓLOGO
Es una misericordia cuando Dios elige a su pueblo, y no el pueblo mismo a su Dios.
Heroica, rica e instructiva es la bibliografía de la Iglesia Armenia que tiene aproximadamente dos mil años. La Iglesia de Armenia a lo largo de su historia, paulatinamente, apropió toda la riqueza espiritual y cultural del cristianismo y caminó independientemente. Apoyando en herencia recibida por los Apóstoles y los Santos Padres delineó su propio camino. Creó su pensamiento teológico, su manera de rezar a Dios y su cultura bibliográfica.
No hay numerosos argumentos acerca de la época de la antigua historia de la iglesia armenia. La causa principal es que el alfabeto armenio fue creado a los principios del siglo quinto, cuando nació la bibliografía armenia, con sus varias corrientes.
Tanto de todas las iglesias apostólicas como de la iglesia armenia la base apostólica es la Santa Tradición que es la reacción verdadera de la realidad histórica. La Santa Tradición no debe ser confundida con el mito. Ésta contiene fundamento histórico que temporalmente fue mantuvo por la Iglesia y luego fue escrito[1].
El sello del apostolado que cada vez cuando emplea la Iglesia de Armenia, sobre todo, en los escritos formales por un lado confirma su procedencia inicial y por el otro ratifica su directo origen propio, o sea sin la intervención por otra iglesia antigua[2].
La iglesia armenia es una de las antiguas en el oriente, la cual según el evangelista Mateo ha iniciado después de la Ascensión (Ma. 28, 18-20). Por lo tanto, tras el Pentecostés cuando los apóstoles fueron reafirmados es su misión y la predicación, dos de ellos San Tadeo y San Bartolomé discípulos trajeron la luz de la buena nueva al mundo armenio.
El amor sincero y la convicción de su realidad que siento por nuestra Iglesia apostólica y nacional me dirigen para que haga amorosa la Santa y Apostólica-Ortodoxa Iglesia de Armenia a nuestros y a los respetables extranjeros.
Nuestra finalidad es tratar precisamente de presentar con fidelidad y dar a conocer la Iglesia de Armenia con su esencia autentica.
1. LA ENTRADA DEL CRISTANISMO EN ARMENIA
San Tadeo es uno de los doce apóstoles de Cristo. El en los Evangelios se llama Judas de Santiago (Lu. 6, 16) o Lebbeo (Mt. 10, 3).
El nombre de San Tadeo esta firmemente ligado con el comienzo de la predicación del cristianismo en Armenia, el cual reconocen todas las iglesias; “La Sede Pontifica de Armenia se llama “Sede de Tadeo”[3].
Sobre la predicación y el martirio de Tadeo y Bartolomé en Armenia fueron mantenidas informaciones importantes y curiosas en las fuentes armenias[4] y asirias[5].
De hecho, todos estos datos unánimemente testimonian que la predicación del apóstol Tadeo tuvo lugar en los cuarenta años del primer siglo. Quiero detenerme en el argumento uno de los historiadores llamado Movsés Xorenací. Según el nuestro Señor Jesucristo había prometido después de la ascensión enviar uno de sus apóstoles a Edesia, a fin de curar al rey Abgar y a la vez evangelizar allí[6]. Así que, tras la ascensión de Cristo el apóstol Tadeo se marcha a Edesia y lleva consigo la Santa Lanza, con la que había sido traspasado el costado de Jesús (Ju. 19, 34). Tadeo predica y cura al rey. Luego a su discípulo Agga ordena obispo y él pasa a Armenia, a visitar al rey Sanatruk. El Santo Apóstol aquí predica la palabra de la vida, realiza numerosos prodigios, cura varias enfermedades. Van muchos del palacio real para escuchar los sermones del Santo Evangelio. Va también la hija jovencita del rey, Sanduxt. El Apóstol, al ver el amor de Sanduxt en Cristo, la bautiza “en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”.
Pero, muy pronto, los sacerdotes por envidia hacia el apóstol le acusan frente al rey y por la orden real es asesinatos todos los recién conversos y la hija del rey es detenida y es encarcelada. Por la noche, el apóstol visita a la princesa y los prisioneros. Y los que estaban allí viendo la entrada milagrosamente del apóstol se convirtieron y fueron bautizados. Al oír la noticia el rey enfadado manda a asesinar a todos empezando por su hija familiar. Es martirizado también Santo Apóstol.
El sepulcro de Santo Apóstol Tadeo se encuentra en la región Artaz (Armenia Occidental). Luego sobre la tumba del apóstol ha sido fundada iglesia que es un gran santuario. El Santo Apóstol ha llevado consigo a Armenia también un trozo de la corona de espina que los soldados romanos habían puesto en Cristo en la crucifixión. El cual con la Santa Lanza se guarda en el museo de la Santa Sede de Echmiadzín.
El historiador Movsés Xorenací después de hablar sobre el apóstol Tadeo añade: “Pero a los armenios les ha sido otorgado también el apóstol Bartolomé que fue martirizado en Armenia, en la ciudad Arebanós”[7].
Según una obra escrita en el siglo V “Testimonios acerca del apóstol Bartolomé” el apóstol con los ocho persas conversos de Persia viene a Armenia y llega hasta las partes centrales del país donde en las cercanías de la capital Artashat se encuentra con San Tadeo. Y los dos predicadores de la Iglesia armenia una noche se alojan en la colina cerca de la capital. Y al día siguiente sobre la colina ponen una cruz en memoria de su encuentro.
Después de este encuentro histórico los apóstoles se despiden siguiendo su misión apostólica. En los testimonios de San Bartolomé se narra sobre la conversión mediante de la predicación del apóstol y el martirio por el orden real de la hermana del Rey de Armenia.
Acerca de la predicación del San Apóstol habla asimismo el historiador Stepanos Orbelyán[8], cuyo tratado contiene unos argumentos históricos con más detalles, sobre todo los nombres de los primeros obispos sucesores del San Bartolomé. Un autor contemporáneo dice que probablemente los primeros obispos son aquellos persas que vinieron a Armenia junto con el apóstol[9].
El Santo Apóstol fue martirizado en torno al 68, en la región llamada Axbak. En el seno de la santa Iglesia católica se mantiene una tradición según la cual después de la muerte de la Santa Virgen, María Madre de Dios todos los apóstoles se congregan de sus sitios de la predicación para enterrar el cuerpo de la Virgen. Pero el apóstol Bartolomé al llegar tarde se entristece y anhela ver siquiera el cuerpo sepultado. Y al abrir la sepultura no encuentran el cuerpo asunto de la Madre de Dios. Para consolar la tristeza del apóstol San Juan se la entrega la imagen de la Virgen pintada por sus manos. La imagen ansiosa es un tesoro sagrado que deposita en la provincia de Andzevyác que en futuro se convierte en un santuario y monasterio venerable.
Arriba mencionadas tradiciones y los argumentos que vamos hablar más adelante confirman que antes de los años 300 ya en Armenia existía un Iglesia formada.
Eusebio de Cesárea contando los escritos del obispo Dionisio de Alejandría, menciona una carta sobre la penitencia remitida al obispo de Armenia llamado Meruyán (248-265)[10].
En realidad, los datos de las relaciones y comunicaciones con otras Iglesias nos recuerdan admitir que el cristianismo era extendido por toda Armenia antes del siglo III.
La existencia del cristianismo en Armenia a los fines del siglo II se reafirma a través de la epístola de Tertuliano titulada “Contra los judíos”, donde menciona sobre los cristianos de Armenia. El testimonio de Tertuliano repite igualmente Ogostino en su tratado llamado “Contra Maniqueos”[11].
Existen además numerosas argumentaciones históricas y tradiciones sobre las cuales fueron creadas inmensas investigaciones[12].
2. FACTORES QUE FAVORECIERON LA EXTENSIÓN DEL CRISTIANISMO EN ARMENIA
Al aparecer, sin lugar a dudas a los fines del siglo III Armenia oficialmente se convirtió en un país cristiano. Eso se explica y se supone por la existencia del cristianismo antiguo en Armenia antes del siglo VI.
Afortunadamente, los argumentos históricos mantenidos indican la existencia de los cristianos en los tiempos apostólicos y la Iglesia organizada a los mediados del siglo III, para cuales, desde luego, habían factores estimulante.
Al ocaso del antiguo mundo, el cristianismo formado, llegó a ser un modo tal de vida religiosa, que en los siglos I y II se extendió rápidamente. Por ejemplo, en el siglo I el cristianismo se había difundido en los países vecinos de Armenia; en Capadocia, en Osroén y en Addeabén.
La circunstancia importante para la dispersión del cristianismo en Armenia fue también la presencia de las colonias judías en las ciudades armenias, porque, como es evidente, los primeros predicadores cristianos iban allí donde había diáspora judía.
A los finales del siglo III y al principio del siglo VI la religión cristiana se había hecho dominante al este del Imperio Romano. Armenia asimismo se encontraba en la misma situación, donde a los fines del siglo III cristianos habían crecido tanto que al principio del siglo VI el cristianismo sin dificultades, por el proceso natural, se convirtió en una religión oficial.
Otro testimonio convincente que el cristianismo estaba extendida por Armenia es la existencia de los primeros obispos, los cuales, desde luego, fueron ordenados por los apóstoles Tadeo y Bartolomé[13]. Después de las primeras predicaciones y a causa de las persecuciones, el cristianismo se difundió por Armenia de forma clandestina. La lista de los primeros obispos de los cristianos armenios encontramos en la obra de Eznik Petrosyán llamada “La historia de la Iglesia armenia” que mencionando a los sucesores de los apóstoles (Zemendós, Atrnerséh, Mushé, Shavarsh, Levondios, Meruyán, etc.) escribe: “Según dicen que en los tiempos de San Gregorio había una sede episcopal en un sitio inadvertido[14].
3. LA CONVERSIÓN PLENA DEL PUEBLO ARMENIO
La fecha de la conversión plena de la nación armenia o de la declaración del cristianismo como religión oficial en Armenia se considera el año 301. Unos autores contemporáneos la desplazan hacia 285 que no es tan probable. Sin embargo, el 301 es suficiente para demostrar que el mundo armenio es el primero en donde cuyo Rey, la familia real, los ministros, el ejército e todo el pueblo se convirtieron al cristianismo.
La historia tradicional acerca de la conversión de los armenios, cuyo autor le llama a sí mismo Agatangexós[15], expone que cuando en 287 el príncipe de Armenia Tiridates (287- 330), como el heredero legítimo, con el auxilio de las tropas romanas regresaba a Armenia para recuperar el trono, en el camino, en la región Ekexyac, ofrende sacrificios de agradecimiento al ídolo de la diosa Anahit. Uno de sus soldados llamado Gregorio, siendo cristiano, denuncia a dar culto a la diosa. Entonces también se descubre que el es el hijo del príncipe Anak quien había asesinado al padre de Tirídates. A causa de los “crímenes” y la una y la otra el Rey manda que le encierren en la cárcel de Artashat que era un gran calabozo donde se encarcelaban a los condenados a la pena de muerte.
¿Quién es Gregorio? Él es el gran predicador y organizador de la Iglesia de Armenia. El pueblo armenio le otorgó el título “iluminador”, como un nombre honorífico, porque fue él que iluminó a la nación armenia con la luz del Evangelio. Después de su estudio griego en Cesaría actúa en Armenia durante el reino de Tirídates. Su estudio greco-cristiano tuvo mucha importancia para el desarrollo de la vida religiosa en la Iglesia de Armenia.
Según el historiador Zenob Glak a los 12 años se casa con una virgen piadosa, María[16], de procedencia real. Transcurrido un tiempo, Gregorio voluntariamente entra a servir en el ejército de Tirídates, pretendiendo con su actitud abnegada, expiar el delito de su padre[17].
De hecho, las relaciones amigables entre ellos duran poco tiempo, porque como hemos dicho más arriba, se descubre la identidad de Gregorio. Agatangexós describe claramente: “A Gregorio en lugar de honor se le esperaba injuria, en vez de gloria infamia, en lugar de oficio prisión, y luego muerte, perdiendo toda la esperanza de la vida humana”[18].
Por lo tanto, a consecuencia de su firmemente fe el piadoso se somete a numerosas y espantosas torturas[19]. Finalmente, según arriba mencionado, le encarcelan y estuvo detenido quince años.
Después de estos acontecimientos el Rey declara dos edictos, con el primero manda detener a los cristianos y desposeer de sus bienes, y con el segundo condena a muerte a los que les camuflen[20]. Estos decretos reales manifiestan el peligro que suponía el cristianismo en contra del estado y el paganismo.
La Santa Tradición armenia considera el acontecimiento de la adopción del cristianismo en Armenia estrechamente relaciona con el martirio de las santas monjas vírgenes de Hripsimyanc. Según la tradición dichas monjas son de Roma que huyendo de las persecuciones del emperador Diocleciano se van a la Santa Tierra, y luego por Edesia pasan a Armenia y se establecen en las cercanías de la capital Vagarshapat. El Rey, Tiritades, obsesionado con la belleza de Hripsime, quien era una de las vírgenes, desea casarse con ella, pero siendo rechazado manda a martirizar a todas encabezando con la superiora[21].
Este suceso ocurrió en el año 300. El martirio de las monjas, sobre todo el de Hripsime, le espiritualmente afectan al Rey muy profundo (quiero decir que a causa de su actitud) sufre con una enfermedad gravemente. Según una conversación popular extendida en el siglo V, esa enfermedad define “semejanza al cerdo” o “parecida al lobo” (“Lycathropy”, “Lycanthropie”), una enfermedad que ha tenido también el rey Nabucodonosor: “… en seguida le llegó al rey el castigo del Señor Altísimo, y el espíritu inmundo al golpearle al rey le postró del carro. Inmediatamente, se volvió maniático, empezó a comerse a sí mismo y en semejanza con el rey de los babilonios, Nabucodonosor, saliendo del genio humano con el aspecto del cerdo, como uno de ellos fue a convivir entre ellos…[22]”.
El historiador Agatangexós cuente que todos los familiares del Rey, los empleados y los servidores sufrieron y a causa de esa tragedia se encontraba en el luto[23].
Después de estos acontecimientos tremendos la hermana del Rey varias veces tiene sueños que a Tirídates puede curar únicamente el detenido en el calabazo de Artashat. Le liberan de la prisión y hospedan solemnemente en el palacio real de Vagaarshapat. Gregorio ante todo recoge y da sepultura a los restos de las monjas martirizadas, luego 66 días con la abstinencia predica la luz verdadera y cristiana y cura al Rey.
Después de todo eso queda clara la narración sobre la converso de Tirídates por parte de Sozomenos: “Se dice que el líder, Tirídates de ese país, a causa de un milagro sobrenatural que sucedió con su casa, se ha convertido al cristianismo y ha mandado que todos sus súbditos acepten la misma religión[24]”.
He, este gran prodigio que fue el motivo de la conversión plena del Rey Tirídates, de la familia real, de los servidores del palacio y del pueblo armenio.
Sin embargo, el cristianismo recién adoptado necesitaba de sus pastores y pontífices. Por lo tanto, primero para recibir las órdenes sagradas Gregorio fue enviado solemnemente a Cesaría de Capadocia, donde había sido educado. El historiador Agatangexós menciona que le acompañaba un grupo de los príncipes[25].
El obispo de Cesaría, Gevond, envió junto con los otros numerosos obispos a San Gregorio obispo para Armenia[26]. El obispo Gevond con el acuerdo de los presentes obispos le encarga al obispo de Sebastia Pedro que acompañe a San Gregorio, el Iluminador, para celebrar la entronización en Armenia. Lo peculiar es que el acontecimiento de la entronización no se celebra en la capital de Armenia Vagarshapat, sino en Ashtishat. Este fenomenito se explica que allí en Ashtishat existía una Sede episcopal vieja[27], que se sitúa en la provincia de Tarón en el sur de Armenia y era uno de los centros paganos más importantes por sus templos célebres.
Después, el Iluminador se dirige hacia la capital. El Rey Tirídates con su palacio, sale al encuentro y le recibe al Pontífice de Armenia en la ciudad de Bagavand. Y allí en las orillas del río Aratsaní bautiza al Rey, al palacio real, al ejército y a numerosos fieles[28].
Al regresar a la capital Vagarshapat, siguiendo una aparición divina, emprende la edificación de la basílica de Armenia. Según esta aparición, el Unigénito de Dios aparece a San Gregorio el Iluminador durante de su oración y le muestra el sitio escogido en donde debe edificarse el Santa Altar. Acerca de la fundación de la Santa Catedral y la aparición detalladamente describe Agatangegós[29] y otros historiadores posteriores[30].
En realidad, para extender, establecer y proteger el cristianismo en Armenia, el Iluminador necesitaba de sacerdotes colaboradores. Con este objetivo, recibe beneplácito del Rey Tirídates para fundar seminarios y colegios religiosos[31].
4. UNA GUERRA POR EL CRISTIANISMO
De hecho, muy pronto el recién convertido país armenio fue obligado a defender el cristianismo en contra del Imperio Romano. Eusebio de Cesárea da testimonio: “… el emperador Maximiano Daya (305-313) declara una guerra contra los armenios, a los mismos, que desde el principio eran amigos de los romanos. Puesto que ellos eran cristianos y adoraban celosamente a Dios, él se esforzó en obligarles con la fuerza para que regresasen al culto de los ídolos. Así que, él mismo, que se puso a la cabeza de su ejército en la guerra contra los armenios tuvo una derrota contundente…[32]”.
De la argumentación arriba mencionada se deduce que el emperador atacó Armenia en los últimos años de su reinado, o sea en el 313. Por lo tanto, se puede decir que, aproximadamente en diez años, el cristianismo había echado raíces tan profundas que por esta recién profesada religión, los armenios llegan a enfrentarse al potente Imperio Romano. Después de la victoria de Constantino contra Maximiano y el “Edicto de Milán” que hace posible la permisibilidad de la religión, las relaciones entre Roma y Armenia volvieron a suavizarse[33].
Según el historiador Stepanós Orbelyán, San Gregorio, el Iluminador, cuidó de extender y predicar el cristianismo en los países vecinos. A Georgia le envía a Ireneos, al país de los laceros a Soponcios, a Agvanq a Toma[34].
El rey, en vista de los grandes viajes apostólicos de Gregorio por todo el país de Armenia, con el fin de seguir predicando y estableciendo la luz del cristianismo, le propone ordenar a su hijo menor Aritakés como obispo y sucesor, el cual, empieza a manejar las obras del Catolicosado de Armenia (325-333) mientras vive aún San Gregorio el Iluminador.
La Santa Iglesia Apostólica de Armenia ha canonizado a Gregorio el Iluminador y al Rey Tirídates, llamándoles respectivamente el Apóstol de la predicación del cristianismo y el Rey defensor del cristianismo.
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NOTAS
[1] Cf. PETROSYÁN EZNIK, La historia de la Iglesia armenia, vol. I, Echmiadzín 1995, pp. 11-14
[2] Cf. ORMANYÁN MALAQUÍAS, La Iglesia armenia, Monreal 2001, p. 26
[3] Cf. ORMANYÁN MALAQUÍAS, La historia nacional, vol. I, Beirut 1959, p. 25
[4] Cf. LABUBNA, La epístola de Abgár traducida del asirio por parte de los santos traductores, Venetik 1868; MELKONYÁN HAYK, “Las fuentes asirias acerca de la Iglesia armenia”, en Echmiadzín 7 (1978), pp. 49-56; HATITYÁN A. “Los testimonios sobre el apóstol Tadeo”, en Echmiadzín 7 (1982), pp. 32-41
[5] Cf. KAZAR JAHKECI, Paraíso deseable, Jerusalén 2002; MOVSÉS XORENACÍ, La historia armenia, tr. por MALASYÁN STEPÁN, Ereván 1990; ORMANYÁN MALAQUÍAS, La historia nacional, vol. I, Beirut 1959; QYOSEYÁN HAKOB, “Cristianismo”, en Enciclopedia “Armenia Cristiana”, Ereván 2002, pp. 1060-1062
[6] Cf. MOVSÉS XORENACÍ, La historia armenia, tr. por MALXASYÁN STEPÁN, Ereván 1990, pp. 96-97
[7] Cf. MOVSÉS XORENACÍ, La historia armenia, tr. por MALASYÁN STEPÁN, Ereván 1990, pp. 96-97
[8] Cf. ORBELYÁN STEPANÓS, La historia de la provincia de Syuniq, tr. por ABRAHAMYÁN A., Ereván 1986, pp. 76-78
[9] PETROSYÁN EZNIK, La historia de la Iglesia armenia, vol. I, Echmiadzín 1995, p. 8
[10] EUSEBIO DE Cesárea, La historia eclesial, tr. por CHARYÁN ABRAHAM, Venetik 1878, pp. 2-3; DIONISIO DE ALEGANDRÍA, “La carta acerca de penitencia remitida al obispo armenio Meruyán, Intro. por AKINYÁN NERSÉS, en Handes Amsoria 63 (1949), pp. 59-78
[11] Cf. PETROSYÁN EZNIK, La historia de la Iglesia armenia, vol. I, Echmiadzín 1995, p. 18
[12] L. DUCHESE, Armenia cristiana en la historia eclesial de Eusebio, tr. por SERATYÁN P., en Handes Amsorya 24 (1910); KARAPET, La historia de la Iglesia armenia, vol. I, Vagarshapat 1908, pp. 31-60; ALISHYÁN GHEVOND, El amanecer armenia cristiana, Venetik 1920, pp. 13-73; MELKONYÁN HAYK, “Las fuentes asirias acerca de la Iglesia armenia”, en Echmiadzín 7 (1978), pp. 49-56; ANANYÁN POGOS, Huellas cristianas en Armenia antes de la predicación de Gregorio el Iluminador, Venetik 1979; BAGDASARÁN SHNHORQ, “Las persecuciones de los cristianos en la provincia de Syuniq antes de la época de Gregorio el Iluminador (ss. I-III)”, en Echmiadzín (1984); POSTACHYÁN TORGOM, “El origen y el desarrollo de la Iglesia armenia”, en Hayreniq 1955; DAMASKINOS PAPANDERU, La fundación y la organización de la Iglesia armenia hasta el IV Concilio Ecuménico, tr. por EZNIK PETROSYÁN, San Echmiadzín, 1997; ORMANYÁN MALAQUÍAS, La Iglesia armenia, Monreal 2001
[13] Cf. ORBELYÁN STEPANÓS, La historia de la provincia de Syuniq, tr. por ABRAHAMYÁN A., Ereván 1986, pp. 76-78
[14] Cf. PETROSYÁN EZNIK, La historia de la Iglesia armenia, vol. I, Echmiadzín 1995, p. 15; DAMASKINOS PAPANDERU, La fundación y la organización de la Iglesia armenia hasta el IV Concilio Ecuménico, tr. por EZNIK PETROSYÁN, San Echmiadzín, 1997
[15] Existen en distintos idiomas varias ediciones de “Agatangexós”; a) TER-MKRTCHYÁN G – KAYANC ST, La historia armenia de Agatangexós, Tpxis 1909; b) MURADYÁN PARUYR, Las redacciones georgeanas viejas de Agatangexós, Ereván 1982; c) TER-GEVONDYÁN A., “El texto original descubierto competo árabe de Agatangexós”, en PBH 1 (1973); d) MAR N. El bautizo de los armenios, abkasos y alanos por parte de Gregorio, San Petersburgo 1905, (esta obra está en ruso; ÌÀÐÐ Í. Êðåùåíèå àðìÿí, àáõàçîâ è àëà’íîâ îò Ãðèãîðèåì, ÑÏ 1905); B. GARITTO, I´ étudedu livre d´ Agathange, Vaticano 1946
[16] ZENOB GLAK, La historia de la provincia de Tarón, Venetik 1889, p. 22
[17] AGATANGEGÓS, La historia armenia, tr. por ARAM TER-KACHATRYÁN, Ereván 1977, p. 35
[18] AGATANGEGÓS, La historia armenia, tr. por ARAM TER-KACHATRYÁN, Ereván 1977, p. 41
[19] Ibid. pp. 49, 51, 102-103
[20] Ibid. pp. 79-85
[21] Ibid. 85-121; Sobre el martirio de las monjas véase PAVSTOS BUZAND, La historia armenia, tr. por MALXASYANC STEPAN, Ereván 1968; GAZAR PARPECI, La historia, Venetik 1891, p. 7; WOBER SIMON, De katholische kirche in Armenien Trennung, Freiburg 1903, p. 148
[22] AGATANGEGÓS, La historia armenia, tr. por ARAM TER-KACHATRYÁN, Ereván 1977, p. 121-123
[23] Ibid.
[24] SOZOMENOS, II, 8 PG 67, p. 953; WOBER SIMON, De katholische kirche in Armenien Trennung, Freiburg 1903, p. 143
[25] AGATANGEGÓS, La historia armenia, tr. por ARAM TER-KACHATRYÁN, Ereván 1977, p.447
[26] Ibid. pp. 451-453
[27] PETROSYÁN EZNIK, La historia de la Iglesia armenia, vol. I, Echmiadzín 1995, p. 18
[28] AGATANGEGÓS, La historia armenia, tr. por ARAM TER-KACHATRYÁN, Ereván 1977, p. 396
[29] Ibid. p. 465
[30] HOVNÁN MAMIKONYÁN, La historia de la provincia de Tarón, intr. ABRAHAMYÁN ASHOT, Ereván 1941, pp. 33-163
[31] AGATANGEGÓS, La historia armenia, tr. por ARAM TER-KACHATRYÁN, Ereván 1977, p. 471
[32] EUSEBIO DE Cesárea, La historia eclesial, tr. por CHARYÁN ABRAHAM, Venetik 1878, pp. 2-3
[33] LA HISTORIA DEL PUEBLO ARMENIA, edición académica, vol. II, Ereván 1984, p. 77
[34] Cf. ORBELYÁN STEPANÓS, La historia de la provincia de Syuniq, tr. por ABRAHAMYÁN A., Ereván 1986, pp. 76-78
sábado, 8 de marzo de 2008
Día del seminario
Con motivo del día del seminario Luis Santamaría, ex-alumno de nuestra facultad, ha querido compartir con nosotros un vídeo preparado por Florentino Pérez, también ex-alumno y seminarista de Zamora.
La vocación es uno de los pilares de nuestra facultad puesto que, en la mayoría de los casos, no es sólo la fe que busca la comprensión, sino la consagración que anhela una mayor inteligencia de la entrega confiada y radical.
Este vídeo puede hacer hincapié en una de las caras de nuestra tarea académica diaria que a veces no aparece: la vivencia y experiencia de lo que se estudia; sin eso no hay nada.
Aquí tenéis el enlace: http://video.google.es/videoplay?docid=3674474064687348563&q=a+veces+oigo+voces&total=20&start=0&num=10&so=0&type=search&plindex=0
La vocación es uno de los pilares de nuestra facultad puesto que, en la mayoría de los casos, no es sólo la fe que busca la comprensión, sino la consagración que anhela una mayor inteligencia de la entrega confiada y radical.
Este vídeo puede hacer hincapié en una de las caras de nuestra tarea académica diaria que a veces no aparece: la vivencia y experiencia de lo que se estudia; sin eso no hay nada.
Aquí tenéis el enlace: http://video.google.es/videoplay?docid=3674474064687348563&q=a+veces+oigo+voces&total=20&start=0&num=10&so=0&type=search&plindex=0
miércoles, 9 de enero de 2008
La esperanza y sus hermanas
Agradecemos la colaboración del Prof. José-Román Flecha en la elaboración de un comentario a la recientemente publicada encíclica "Spe Salvi". Desde el enfoque de las virtudes cristianas que él aporta nos podemos acercar con un poco más de profundidad al Magisterio de Benedicto XVI sobre la esperanza.
En el conocido poema Le porche de la deuxième vertu, que Charles Péguy (1873-1914) dedica a la esperanza, esta virtud asombra al mismo Dios. La pequeña niña esperanza, juguetona y al parecer despreocupada, camina de la mano de sus dos hermanas mayores: la fe y la caridad. El mismo Dios se pregunta si son ellas las que guían a la pequeña o es la esperanza la que arrastra a la fe y la caridad.
En la encíclica “Spe salvi”, firmada por Benedicto XVI el día 30 de noviembre de 2007, la esperanza está íntimamente unida a la fe y al amor, por estar íntimamente unida a Dios. De los paganos se puede decir que estaban sin esperanza y sin Dios (Ef 2,12). Ese texto, citado al menos cuatro veces a lo largo de la encíclica, subraya una característica inolvidable de la fe cristiana.
La mano de la fe
El Papa recuerda que la carta a los Hebreos une estrechamente la plenitud de la fe (10,22) con la firme confesión de la esperanza (10,23). La esperanza cristiana, en efecto, no es homologable con el optimismo, que se apoya en las posibilidades humanas. La segunda virtud encuentra su fundamento en las promesas gratuitas de Dios.
Ahora bien, esas promesas no flotan en el aire ni encuentran fácil justificación en un sentimiento individual e intimista. La promesa de Dios ha comenzado a realizarse en Jesucristo. “Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la ‘sustancia’ de las realidades futuras y, de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza” (SS 9).
El dimensión cristológica de la fe y la esperanza reclama inmediatamente un ámbito eclesial de vivencia y ejercicio. Si no se puede creer a solas, tampoco se puede esperar en solitario el cumplimiento de las promesas de Dios. La esperanza cristiana “es la espera, ante la presencia de Cristo, con Cristo presente, de que su Cuerpo se complete, con vistas a su llegada definitiva” (SS 9).
La vivencia eclesial de la espera en la parusía del Señor brota de la fe en Jesucristo y, a su vez, mantiene esa fe viva y activa. La esperanza no justifica la evasión de este mundo, puesto que la “obediencia de la fe” implica el compromiso de la fe. La promissio Dei determina la missio ecclesiae, como ya subrayaba Jürgen Moltmann en su famosa Teología de la esperanza (1964). Con razón se puede decir que para el cristiano esperar es operar.
La mano de la caridad
El Papa, que había dedicado su primera encíclica, Deus caritas est, a la virtud del amor, no podía olvidar esa dimensión fundamental de la existencia humana y cristiana.
Recordando un texto del novelista provenzal Jean Giono (1895-1970), que el P. Henry de Lubac había hecho célebre en su libro Catolicismo (1937), el Papa rechaza la acusación de individualismo que se ha dirigido a veces a la esperanza cristiana.
Ya en la primea parte de esta segunda encíclica recuerda él que la esperanza en la vida eterna comporta estar unidos existencialmente en un “pueblo”. Como evocando las conocidas expresiones de Gabriel Marcel sobre la dimensión dialogal de la esperanza, el Papa escribe que ésta sólo puede realizar para cada persona dentro de este “nosotros”.
Evidentemente este carácter comunitario hunde sus raíces en la misma estructura antropológica del esperar. Pero es especialmente notable en la esperanza iluminada por la fe cristiana. Por eso puede añadir el Papa que la orientación hacia la vida eterna “supone dejar de estar encerrados en el propio ‘yo’, porque sólo la apertura a este sujeto universal abre también la mirada hacia la fuente de la alegría, hacia el amor mismo, hacia Dios” (SS 14).
La apertura de la esperanza a una dimensión comunitaria se explicita todavía más en la segunda parte de la encíclica. Los “lugares” de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza son impensables sin esta referencia al amor. La oración en efecto, ensancha el corazón para recibir a Dios y acoger a los demás. El sufrimiento humano evoca la com-pasión de Dios hacia el hombre y abre al creyente al ejercicio de la con-solación. La meditación del juicio de Dios sobre la historia no es un motivo de pavor sino una ocasión privilegiada para suscitar el compromiso responsable del cristiano en el mundo.
* * *
El profesor Pedro Laín Entralgo presentó con frecuencia al hombre como un ser pístico, elpídico y agápico. Eso significa que la persona está constitutivamente fundada en la fe, la esperanza y la caridad. El ser humano lo es en cuanto confía, aguarda y se abre a los demás en el amor.
Pues bien, también en la encíclica “Salvados en esperanza”, la pequeña niña esperanza camina de la mano de sus dos hermanas mayores, la fe y la caridad. Tanto la Iglesia como los cristianos han de encontrar en esa compañía, en ese trío, un criterio de discernimiento a la hora de examinar su fidelidad al mensaje evangélico, su vocación evangelizadora y su vocación de servicio.
José-Román Flecha Andrés
En el conocido poema Le porche de la deuxième vertu, que Charles Péguy (1873-1914) dedica a la esperanza, esta virtud asombra al mismo Dios. La pequeña niña esperanza, juguetona y al parecer despreocupada, camina de la mano de sus dos hermanas mayores: la fe y la caridad. El mismo Dios se pregunta si son ellas las que guían a la pequeña o es la esperanza la que arrastra a la fe y la caridad.
En la encíclica “Spe salvi”, firmada por Benedicto XVI el día 30 de noviembre de 2007, la esperanza está íntimamente unida a la fe y al amor, por estar íntimamente unida a Dios. De los paganos se puede decir que estaban sin esperanza y sin Dios (Ef 2,12). Ese texto, citado al menos cuatro veces a lo largo de la encíclica, subraya una característica inolvidable de la fe cristiana.
La mano de la fe
El Papa recuerda que la carta a los Hebreos une estrechamente la plenitud de la fe (10,22) con la firme confesión de la esperanza (10,23). La esperanza cristiana, en efecto, no es homologable con el optimismo, que se apoya en las posibilidades humanas. La segunda virtud encuentra su fundamento en las promesas gratuitas de Dios.
Ahora bien, esas promesas no flotan en el aire ni encuentran fácil justificación en un sentimiento individual e intimista. La promesa de Dios ha comenzado a realizarse en Jesucristo. “Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la ‘sustancia’ de las realidades futuras y, de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza” (SS 9).
El dimensión cristológica de la fe y la esperanza reclama inmediatamente un ámbito eclesial de vivencia y ejercicio. Si no se puede creer a solas, tampoco se puede esperar en solitario el cumplimiento de las promesas de Dios. La esperanza cristiana “es la espera, ante la presencia de Cristo, con Cristo presente, de que su Cuerpo se complete, con vistas a su llegada definitiva” (SS 9).
La vivencia eclesial de la espera en la parusía del Señor brota de la fe en Jesucristo y, a su vez, mantiene esa fe viva y activa. La esperanza no justifica la evasión de este mundo, puesto que la “obediencia de la fe” implica el compromiso de la fe. La promissio Dei determina la missio ecclesiae, como ya subrayaba Jürgen Moltmann en su famosa Teología de la esperanza (1964). Con razón se puede decir que para el cristiano esperar es operar.
La mano de la caridad
El Papa, que había dedicado su primera encíclica, Deus caritas est, a la virtud del amor, no podía olvidar esa dimensión fundamental de la existencia humana y cristiana.
Recordando un texto del novelista provenzal Jean Giono (1895-1970), que el P. Henry de Lubac había hecho célebre en su libro Catolicismo (1937), el Papa rechaza la acusación de individualismo que se ha dirigido a veces a la esperanza cristiana.
Ya en la primea parte de esta segunda encíclica recuerda él que la esperanza en la vida eterna comporta estar unidos existencialmente en un “pueblo”. Como evocando las conocidas expresiones de Gabriel Marcel sobre la dimensión dialogal de la esperanza, el Papa escribe que ésta sólo puede realizar para cada persona dentro de este “nosotros”.
Evidentemente este carácter comunitario hunde sus raíces en la misma estructura antropológica del esperar. Pero es especialmente notable en la esperanza iluminada por la fe cristiana. Por eso puede añadir el Papa que la orientación hacia la vida eterna “supone dejar de estar encerrados en el propio ‘yo’, porque sólo la apertura a este sujeto universal abre también la mirada hacia la fuente de la alegría, hacia el amor mismo, hacia Dios” (SS 14).
La apertura de la esperanza a una dimensión comunitaria se explicita todavía más en la segunda parte de la encíclica. Los “lugares” de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza son impensables sin esta referencia al amor. La oración en efecto, ensancha el corazón para recibir a Dios y acoger a los demás. El sufrimiento humano evoca la com-pasión de Dios hacia el hombre y abre al creyente al ejercicio de la con-solación. La meditación del juicio de Dios sobre la historia no es un motivo de pavor sino una ocasión privilegiada para suscitar el compromiso responsable del cristiano en el mundo.
* * *
El profesor Pedro Laín Entralgo presentó con frecuencia al hombre como un ser pístico, elpídico y agápico. Eso significa que la persona está constitutivamente fundada en la fe, la esperanza y la caridad. El ser humano lo es en cuanto confía, aguarda y se abre a los demás en el amor.
Pues bien, también en la encíclica “Salvados en esperanza”, la pequeña niña esperanza camina de la mano de sus dos hermanas mayores, la fe y la caridad. Tanto la Iglesia como los cristianos han de encontrar en esa compañía, en ese trío, un criterio de discernimiento a la hora de examinar su fidelidad al mensaje evangélico, su vocación evangelizadora y su vocación de servicio.
José-Román Flecha Andrés
Fiestas de Navidad
Como todos los años la Facultad de Teología ha querido poner un acento especial en la celebración de la Navidad dentro de la UPSA. Tanto desde el Decanato como desde los propios alumnos, han surgido iniciativas que han teñido la Facultad de la alegría y felicidad propiamente navideñas. Porque «un niño nos ha nacido» y nos comunica la salvación de Dios para todos los hombres. Con este mensaje en lo hondo de cada propuesta, la última semana de clases quiso ser un signo, humilde pero sincero, del nacimiento de Jesucristo, luz de las naciones.
La animación con villancicos empezó a primeros de semana y dio un aire festivo al pasillo de las aulas a lo largo de todos los días. El jueves tuvo lugar, a las 11:00 h., el tradicional pregón navideño, declamado por Santiago Martín (5º). Fue correspondido con la participación del público que exigía el formato cantado del pregón y, al final, fue ovacionado como mereció el esfuerzo.Para concluir, el viernes se celebró, bajo el patrocinio del Decanato, la Eucaristía de Navidad y un vino español. El Dr. D. José M. Sánchez Caro presidió el acto litúrgico, animado con cantos propios de Adviento y, finalizada la Misa, se reunieron los asistentes para participar de un agradable vino español. Por la noche algunos alumnos también quisieron compartir la alegría de las próximas fiestas en una cena conjunta de confraternización.
Damos las gracias a todos los que han colaborado en la preparación de cada una de las celebraciones y deseamos a todos una Feliz Natividad de Cristo y un muy próspero año 2008.
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