miércoles, 9 de enero de 2008

La esperanza y sus hermanas

Agradecemos la colaboración del Prof. José-Román Flecha en la elaboración de un comentario a la recientemente publicada encíclica "Spe Salvi". Desde el enfoque de las virtudes cristianas que él aporta nos podemos acercar con un poco más de profundidad al Magisterio de Benedicto XVI sobre la esperanza.

En el conocido poema Le porche de la deuxième vertu, que Charles Péguy (1873-1914) dedica a la esperanza, esta virtud asombra al mismo Dios. La pequeña niña esperanza, juguetona y al parecer despreocupada, camina de la mano de sus dos hermanas mayores: la fe y la caridad. El mismo Dios se pregunta si son ellas las que guían a la pequeña o es la esperanza la que arrastra a la fe y la caridad.
En la encíclica “Spe salvi”, firmada por Benedicto XVI el día 30 de noviembre de 2007, la esperanza está íntimamente unida a la fe y al amor, por estar íntimamente unida a Dios. De los paganos se puede decir que estaban sin esperanza y sin Dios (Ef 2,12). Ese texto, citado al menos cuatro veces a lo largo de la encíclica, subraya una característica inolvidable de la fe cristiana.

La mano de la fe

El Papa recuerda que la carta a los Hebreos une estrechamente la plenitud de la fe (10,22) con la firme confesión de la esperanza (10,23). La esperanza cristiana, en efecto, no es homologable con el optimismo, que se apoya en las posibilidades humanas. La segunda virtud encuentra su fundamento en las promesas gratuitas de Dios.
Ahora bien, esas promesas no flotan en el aire ni encuentran fácil justificación en un sentimiento individual e intimista. La promesa de Dios ha comenzado a realizarse en Jesucristo. “Dios se ha manifestado en Cristo. Nos ha comunicado ya la ‘sustancia’ de las realidades futuras y, de este modo, la espera de Dios adquiere una nueva certeza” (SS 9).
El dimensión cristológica de la fe y la esperanza reclama inmediatamente un ámbito eclesial de vivencia y ejercicio. Si no se puede creer a solas, tampoco se puede esperar en solitario el cumplimiento de las promesas de Dios. La esperanza cristiana “es la espera, ante la presencia de Cristo, con Cristo presente, de que su Cuerpo se complete, con vistas a su llegada definitiva” (SS 9).
La vivencia eclesial de la espera en la parusía del Señor brota de la fe en Jesucristo y, a su vez, mantiene esa fe viva y activa. La esperanza no justifica la evasión de este mundo, puesto que la “obediencia de la fe” implica el compromiso de la fe. La promissio Dei determina la missio ecclesiae, como ya subrayaba Jürgen Moltmann en su famosa Teología de la esperanza (1964). Con razón se puede decir que para el cristiano esperar es operar.

La mano de la caridad

El Papa, que había dedicado su primera encíclica, Deus caritas est, a la virtud del amor, no podía olvidar esa dimensión fundamental de la existencia humana y cristiana.
Recordando un texto del novelista provenzal Jean Giono (1895-1970), que el P. Henry de Lubac había hecho célebre en su libro Catolicismo (1937), el Papa rechaza la acusación de individualismo que se ha dirigido a veces a la esperanza cristiana.
Ya en la primea parte de esta segunda encíclica recuerda él que la esperanza en la vida eterna comporta estar unidos existencialmente en un “pueblo”. Como evocando las conocidas expresiones de Gabriel Marcel sobre la dimensión dialogal de la esperanza, el Papa escribe que ésta sólo puede realizar para cada persona dentro de este “nosotros”.
Evidentemente este carácter comunitario hunde sus raíces en la misma estructura antropológica del esperar. Pero es especialmente notable en la esperanza iluminada por la fe cristiana. Por eso puede añadir el Papa que la orientación hacia la vida eterna “supone dejar de estar encerrados en el propio ‘yo’, porque sólo la apertura a este sujeto universal abre también la mirada hacia la fuente de la alegría, hacia el amor mismo, hacia Dios” (SS 14).
La apertura de la esperanza a una dimensión comunitaria se explicita todavía más en la segunda parte de la encíclica. Los “lugares” de aprendizaje y del ejercicio de la esperanza son impensables sin esta referencia al amor. La oración en efecto, ensancha el corazón para recibir a Dios y acoger a los demás. El sufrimiento humano evoca la com-pasión de Dios hacia el hombre y abre al creyente al ejercicio de la con-solación. La meditación del juicio de Dios sobre la historia no es un motivo de pavor sino una ocasión privilegiada para suscitar el compromiso responsable del cristiano en el mundo.

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El profesor Pedro Laín Entralgo presentó con frecuencia al hombre como un ser pístico, elpídico y agápico. Eso significa que la persona está constitutivamente fundada en la fe, la esperanza y la caridad. El ser humano lo es en cuanto confía, aguarda y se abre a los demás en el amor.
Pues bien, también en la encíclica “Salvados en esperanza”, la pequeña niña esperanza camina de la mano de sus dos hermanas mayores, la fe y la caridad. Tanto la Iglesia como los cristianos han de encontrar en esa compañía, en ese trío, un criterio de discernimiento a la hora de examinar su fidelidad al mensaje evangélico, su vocación evangelizadora y su vocación de servicio.

José-Román Flecha Andrés

Fiestas de Navidad




Como todos los años la Facultad de Teología ha querido poner un acento especial en la celebración de la Navidad dentro de la UPSA. Tanto desde el Decanato como desde los propios alumnos, han surgido iniciativas que han teñido la Facultad de la alegría y felicidad propiamente navideñas. Porque «un niño nos ha nacido» y nos comunica la salvación de Dios para todos los hombres. Con este mensaje en lo hondo de cada propuesta, la última semana de clases quiso ser un signo, humilde pero sincero, del nacimiento de Jesucristo, luz de las naciones.

La animación con villancicos empezó a primeros de semana y dio un aire festivo al pasillo de las aulas a lo largo de todos los días. El jueves tuvo lugar, a las 11:00 h., el tradicional pregón navideño, declamado por Santiago Martín (5º). Fue correspondido con la participación del público que exigía el formato cantado del pregón y, al final, fue ovacionado como mereció el esfuerzo.
Para concluir, el viernes se celebró, bajo el patrocinio del Decanato, la Eucaristía de Navidad y un vino español. El Dr. D. José M. Sánchez Caro presidió el acto litúrgico, animado con cantos propios de Adviento y, finalizada la Misa, se reunieron los asistentes para participar de un agradable vino español. Por la noche algunos alumnos también quisieron compartir la alegría de las próximas fiestas en una cena conjunta de confraternización.

Damos las gracias a todos los que han colaborado en la preparación de cada una de las celebraciones y deseamos a todos una Feliz Natividad de Cristo y un muy próspero año 2008.